20/12/11

The ultimate form of bitching

Cuando recién me empezó a interesar la literatura, me golpeó, como habrá golpeado, supongo, a muchos otros, el mundo literario. Al comienzo uno es inocente, y ve en el mundo literario a gente admirable, gente que seguramente lo ha leído todo, de una sensibilidad magnífica, una sensibilidad que no solo es sensible sino intelectual. He visto a varios de mis amigos entrar, sería demasiado atrevido decir entrar ciegamente, así que lo diré indirectamente nada más, he visto a varios entrar en el mundo literario y volverse, de a pocos, unos más de ellos. He visto a unos hablar de las obras oscuras de Jodorowsky como si comentaran el chavo del ocho. He oído hablar de ideales absurdos un jueves a las 5 de la tarde. Hasta he visto unos con boina. Yo, a lo mucho, comento acerca de cómo el héroe de lo que sea que esté leyendo yo o con quien hable se parece a la historia de Jesús (¿y quién no se parece?), a veces me pongo audaz y comparo el final de Kill Bill con el de Bestiario de Cortázar, y una vez, pero una vez nomás, hablé con un amigo acerca de Macondo y los espejos. En mi defensa, estábamos jugando Winning, la invitación era para explicarle a este amigo Cien años de soledad para el examen de la próxima semana y algo tenía que decir o se acababa el juego. He leído miles de cosas, y las que no he leído las he buscado en Wikipedia; he ido a seminarios acerca de autores que no he leído: no me paso todo el día leyendo, debo admitirlo, pero estoy bien informado, y tengo, creo, buen juicio respecto a la literatura. No es, de ninguna manera, como ese chiste, en el que el profesor de literatura dice que las cortinas son azules para expresar desolación y el autor dice que son azules porque the curtains were fucking blue, hasta Bukowski hablaba del pájaro azul, pero tampoco es, al menos como yo lo veo, como para hacer esas comparaciones brutales que se hacen a veces los literatos. Quisiera acordarme de ellas ahorita pero me cuesta recordar las cosas que no me parecen lógicas: me es más fácil aprender las líneas de pensamiento que las conclusiones, como no saber la dirección de un lugar pero igual poder llegar a él. (Un ejemplo podría ser esos que comparan todo, todo a la trascendencia del ser (ojo: del ser)). Mi literato preferido fue un profesor de inglés en el colegio, pensándolo bien, no fue mi favorito, se me ocurren un par más que pueden haber sido mejores, pero definitivamente fue el que más me marcó. Leíamos El señor de las moscas, y cuando llegamos a la parte de la masacre, la discusión simplemente no se ponía tan enérgica y dramática como él hubiera querido. Dejó de hablar acerca del libro y primero dijo, en inglés: “Imagínense que estemos aquí, en clase, y de pronto saque una pistola y me reviente el cerebro”. El tipo era un pelado, alto, con pinta de irlandés, con una chivita bien afeitada, que siempre tenía medio abierta las camisa, que lo primero que nos dijo en la primera clase fue que vivía en Barranco y le gustaba pasar sus tardes viendo la puesta de sol tomándose una cerveza. Eso fue lo primero, luego quería seguir explicando lo brutal de la masacre que estábamos leyendo, y se tomó un respiro, miró al cielo, puso las manos en una carpeta, las alzó de nuevo como diciendo “a mí no me culpen por nada”, movió la cabeza un poco a lo Toledo y dijo: “I saw my best friend getting shot when I was sixteen years old”. El año siguiente habló acerca de Un tranvía llamado deseo, leímos la parte en la que Stanley le tira a Stella un pedazo de carne, y dijo que no deberíamos estar leyendo eso, que era demasiado sexual. Pero más tarde, quizás en la misma clase, dijo algo que por alguna extraña razón siguió sonando mucho tiempo en mi cabeza: “You’re old enough to understand a look”, en relación a los gileos en las fiestas. Gran profesor. Otros, me imagino, hubieran estado tratando de verle la connotación religiosa a una cabeza de chancho en medio de la selva, o algo así. He leído las primeras páginas de El ABC de la lectura de Pound, lo dejé porque a mí me gusta leer literatura, no porque haya sido pedante (no estoy diciendo que no lo sea), pero saqué algo valioso: Ahora que lo pienso, no sé si a esto exactamente se refería Pound, pero igual pensé esto leyendo su libro, así que de todas formas hay que darle crédito. A la literatura, como a las obras de arte (esta comparación sí es suya) no hay que tomarla solo en reseñas, hay que ir a ver las exposiciones (osea los libros). Hay un poema de Bukowski que dice que un buen poema debe tener un verso en una lengua extranjera, tiene que haber sido escrito en Francia, tiene que mencionar alguna cosa griega o histórica, y mientras menos se entiende, mejor es.

1 comentario:

  1. Yo me acuerdo demasiado de esos comentarios. Qué será de Mr. Curran. Su humor era lo máximo.

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papi