11/3/12

Tres

Fue a comprar unos cigarros y luego se sentó cerca a unos juegos para niños a fumarse uno. Pensó tres cosas: 1. La acción debe ser hecha sin pensar en las consecuencias. A veces hay que meterla sin condón, hay que matar al tipo, hay que lavar cerebros y forzar violencia revolucionaria aunque cueste toda una vida en prisión. 2. Hay que escribir una obra de teatro llamada “tres cosas que pasaron en un lugar secreto”, con fuerte contenido auditivo, y una película sobre el primer capítulo de mi novela, en el que las cosas traumantes pasan con una “p” minúscula superpuesta en la parte superior de la pantalla, luego mostrar un símbolo de condicional sobre un fondo negro y luego mostrarme a mí mismo en una reunión familiar, sentado cruzado de brazos oyendo por qué ingeniería y no literatura, con una q superpuesta en la parte superior del encuadre. 3. He debido ir a la cancha de tennis.

Oyó de los juegos a un grillo. Su música era rítmica, una nota seguida de un sonido oscilante, como de música electrónica. El sonido se hacía cada vez más intenso, al comienzo parecía acercarse y luego Julio sintió que lo rodeaba. Estoy rodeado de bichos, pensó. Y luego: tengo que dejar de fumar Marlboro rojo. El sonido se detuvo de pronto. Julio sintió una presencia. A su izquierda encontró a un tipo mal vestido que lo miró profundamente unos diez segundos antes de abalanzarse encima suyo y tratar de darle la vuelta. Julio era débil, pero sus venas latían violencia, violencia, violencia contenida, años de violencia contenida. No supo si le dio en el ojo, pero definitivamente el cigarro se apagó en la cara del tipo, que sin decir nada ni atacar se incorporó y se fue lentamente. Julio se sentó de nuevo y se sacudió la ropa. Se fumó un cigarro mirando un punto fijo en la oscuridad. Apenas lo terminó vio llegar, desde el lado derecho, a la mujer más hermosa que había visto nunca. Tenía la cara larga y los ojos grandes, abiertos como si queriendo guardar para siempre en la memoria el jardín y los juegos para niños. Llevaba puesto un polo negro sin mangas, que dejaba ver su cintura y que dejaba apreciar sus tetas de la mejor manera. No eran muy grandes ni muy pequeñas: eran perfectas. Encima del polo tenía una casaca azul de jean, y también llevaba una falda marrón con motivos orientales y unas sandalias. Lo vio y lo saludó con una mano, moviéndola lentamente, al mismo ritmo al que caminaba hacia él, y sonriendo como si fuera un pecado estar tan feliz. Le dijo “hola Julio Aguirre” con una voz grave que le hizo recordar lo que sentía cuando escuchaba Serú Girán, una voz hermosa pero con el sabor agridulce de estar cargando un peso inmenso. Luego le dijo, cuando estaban cerquita, “te encontré”, ahora con una voz alegre, llena de amor, como si encontrarse hubiera sido lo mejor que les hubiera podido pasar. Y luego se besaron e hicieron el amor (fue la única vez que Julio se permitió llamarlo así). Terminaron y sin decir nada ella se vistió y se fue, pero no se olvidó de llamarlo en la madrugada a decirle que había llegado sana y salva a su casa.

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