20/2/12

La verdad

Víctor Dreyfus sabía que era inteligente. Sabía cuándo la gente mentía y cuándo le decían la verdad, “pero el amor. El amor es como el genio maligno. Es como la literatura. Abandoné la narrativa porque es demasiado larga. A uno le pasan diez hojas en Word o un enlace a un blog con textos más largos que un párrafo y se vuelve imposible. Nadie quiere gastar tanto tiempo en un desconocido. Con la poesía es más fácil: un par de versos con palabras caletas, otros dos con imágenes sexuales y un par más en los que hagas sentir que posees la Verdad. Pero aún así: la gente ya no es honesta. Mi poesía es una mierda. La narrativa es un poco mejor. Pero la poesía es una mierda. Nunca voy a llegar a ninguna parte escribiendo así. Pero la gente ya no es honesta y me dice que está bien, me hablan de la mímesis y la poiesis y que les hace sentir muchas cosas. Algunas personas me han dicho que han llorado con mis versos. La gente ya no es honesta. Les pasas un pedazo de narrativa, y puede ser Cortázar, o puede ser Dostoievski, o puede ser quién sea, o puedes ser tú, y siempre van a decir ‘ya, ahorita lo leo’. Pero nunca va a pasar. La literatura se está muriendo de a poquitos. Pobre yo.

Bueno: el amor. Uno oye todas esas cosas: te hablan que el amor de su vida y que están enamoradas, y uno se las cree. Claro que uno lo cuestiona, pero el amor. Solo se sonríe estúpidamente, uno se va a dormir tranquilo, se la corre expectante, con entusiasmo, pero en alguna otra casa, en cualquier casa, en cualquier parte, en cualquier baño, en cualquier hotel, ya le están chupando la pinga a alguien más. ¿Cómo ocurrió exactamente? Es difícil señalar una causa. De lo que podemos estar seguros es que hay un cambio en la conducta, de pronto pierdes la timidez, regresas a los viejos hábitos de siempre. Primero la convences para escuchar un disco de un grupo que te gusta, luego la convences para jugar ajedrez, y luego la convences para jugar Winning, y luego ¿qué? He visto a mis amigos salir con sus enamoradas a jugar fútbol al parque. A jugar fútbol. [...] Uno ya está tranquilo, ya no hay necesidad de impresionar a nadie. Y entonces se ponen las palabras en modo automático: tú también empiezas con que el amor de tu vida y que estás enamorado, y ellas te sonríen. Ahí está el problema: Ya no hay necesidad de impresionar a nadie. Ya no tienes que ser un gran tipo. Puedes volver a ser el imbécil de siempre, ya no te dan ganas de salir tanto a la calle, de leer tanta poesía, de hacer cosas que no sean fumarse un troncho y quedarse chorreando en tu casa o en la de Pablo. Y ahí sucede: ya no cachas tan bien como antes. Ya no metes el dedo tan bien como antes. Ya no haces nada tan bien como antes. Las mujeres van a soportar un mal rato, pero no van a soportar a un hombre que no las haga locas. Dime lo que quieras: es la verdad.

El crimen fue penoso. Pobre Silvia estuvo cuatro horas agonizando en un depósito en el primer piso de la casa. La acuchillé tres veces y me arrepentí, así que me fui. No llamé a la ambulancia porque no quería ir preso. Volví al rato, por mis ahorros, y la encontré viva. Me vio y trató de escupir, escupió pura sangre. Y ahora estoy aquí. Solo puedo decirte una cosa: se lo merecía. Se lo merecía”.

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papi