31/12/11
fin de año
24/12/11
hola
10 años después
23/12/11
no se puede
oh
aaaaaaaaaaa
20/12/11
quedarse
-¡Con mi mejor amiga Lidia!
Entonces Lidia decidió tirar su reloj al wáter y tomarse otro vaso de ron. A las dos y media de la mañana una llamada teléfonica:
-Lidia, ¿dónde estás?
Al salir, Lidia pateó un gato que encontró en la avenida donde iba a tomar el taxi para ir a la casa de Julio, prendió un cigarro y al llegar no se desvistió ni para irse a dormir.
The ultimate form of bitching
18/12/11
15/12/11
Ley marcial
Ya estábamos tomando y llegó Ramón. Cuando nos saludó a Lidia y a mí lo hizo mirando al piso. A Marco le dio un abrazo silencioso. Chupamos un rato. Cuando Ramón hablaba, yo no lo hacía, y viceversa. A Lidia le daba igual, hablaba siempre, indiscriminadamente, apenas encontraba el anzuelo de algo que le interese. Después de un rato Marco, excitado de pronto, sugirió que jugáramos “Verdad o lapo en la cara”. La persona a tu derecha te da para elegir entre responder a una pregunta comprometedora o dejar que te meta una cachetada en la cara. Aceptamos todos. Pasaron unas rondas de lo más tranquilas, con lapos suaves y preguntas estúpidas. En una a Marco le tocó hacerme una pregunta, y yo le dije, sonriendo, que quería un lapo en la cara. Él se levantó con seriedad. Se acercó, y en vez de peinarme, cogerme la cara, fastidiarme, como solía meter los lapos en la cara, me metió una cachetada como las de mi madre, o peor, como las de mi padre, un porrazo en la cara, una aventada dentro de una celda, una detención por plagio, una suspensión por préstamo de carné bibliotecario. No se disculpó. Solo Lidia se sobresaltó. Marco se sentó, y le respondió a Gabriel que quería una verdad. ¿Quién es mejor: Tolstoi o Dostoievski? Dostoievski.
José
sobre las páginas
del diario vacio.
solo tienes que pensar
en alguna excusa,
tienes que tener
en la cima de todas
las tardes en la playa
a las tardes en la playa,
a un partido de fútbol,
tienes que recordar
por ejemplo
aquella vez
del grifo,
cuando abriste los ojos
y te quitaste el mandil
penoso de señora vieja.
4.9
esquivando preguntas
riéndose, caminando
¿hacia dónde?
una camioneta,
un departamento
en San Isidro
un refrigerador lleno
un banco
caminando
ese es el detalle
me vi a mí mismo
en este cuarto alfombrado
frente a un par de parlantes
sin plata para cambiarle
las cuerdas a mi guitarra
y demasiado borracho
como para ponerme a leer (y entender)
sentado,
sentado,
nadie pregunta
11/12/11
Carrera
1/12/11
matalacaja
matapasiones
30/11/11
música
28/11/11
el día más negro
26/11/11
25/11/11
CHORREOS DE ORFEO
.
Policía
23/11/11
un poema acerca de la timidez que he dejado a la mitad por tímido
22/11/11
un garabato
20/11/11
15/11/11
y a veces
14/11/11
lo abierto
María
queda un verano
12/11/11
The Suburbs
8/11/11
y si
7/11/11
asu mare
aj
6/11/11
una pregunta
men
3/11/11
31/10/11
una semana
Un buen día María dijo que se iba de la casa. Ya tenía novio, el novio ya tenía plata, no había por qué quedarse aquí como durmiendo sobre los muertos. No lo dijo con esas palabras, pero yo me sentía más o menos así.
En esas épocas trabajaba en un taller de percusión. Era el peor trabajo del mundo. Ni siquiera era percusionista: era guitarrista, pero el saxofonista de un grupo en el que toqué alguna vez necesitaba a alguien sin empleo que lo ayude. Necesitaba un asistente, y quién mejor que yo si encima sabía algo de música. No lo dijo con esas palabras, o sea no exactamente así, pero lo recuerdo así. Los alumnos eran niños pobres de Chorrillos. Tocábamos subiendo por el cerro que te lleva al planetario. Los chibolos vivían por ahí, en una calleja por la que no había más espacio que para un solo carro, con una señora vieja que era buena gente.
Apenas salía del trabajo, a las seis, me iba a chupar. En esas épocas paraba en la calle, yendo a las casa de mis amigos para ver películas y poder acumular suficiente plata como para comprar un litro de ron. Todos los días estaba borracho. Fue poco tiempo después de que terminé con la primera flaca que tuve. Cada vez era peor: no tenía nada de plata. A veces, cuando me quedaba hasta tarde, en la madrugada en su casa, tenía que regresarme caminando, desde Magdalena, porque no tenía plata para tomar un taxi. Y nunca podíamos ir a hacer nada excepto tomar un par de latas porque solo tenía plata para eso. Por eso, supongo, es que tomaba tanto. O quizás era por lo que estaba leyendo. Y, por eso llegaba en la madrugada todos los días.
Una semana mis amigos se fueron de viaje. Estaba metido en mi cuarto todos los días, leyendo, fumando, durmiendo. Escribía poemas, malos, no es que los de ahora no sean malos, esos eran peores. Hasta escribí un cuento, acerca de un par de amigos a los que los agarró la policía con una pava por fumar borrachos en Miraflores. Un día que lo estaba corrigiendo escuché un sonido que pensé era en el baño. (A mi cuarto del baño lo separan dos pasos por un pasadizo estrecho y a la derecha). Era como si alguien estuviera sacándole la tapa a la parte de atrás del wáter, esa que suena un culo. Después de un rato volvió a sonar, y luego de luego, y después sonaba una vez cada tres minutos. Pensé que podía ser alguien que había entrado al baño. Cogí mi guitarra (era la única cosa con la que podía golpear a cualquier cosa que encuentre) y salí. La puerta del baño estaba cerrada y con la luz apagada. Supuse que eso era suficiente evidencia para volver a entrar a mí cuarto, supongo que eso pasa cuando tienes miedo, no piensas bien que por ejemplo, el choro podría haber apagado la luz o que estuvo con la luz apagada desde un principio. Al entrar le puse pestillo a la puerta.
Empezó a pasar en las noches. Empezaba en la tarde, como a las cinco y media, y antes de las ocho ya llegaba a su mayor ritmo. Yo me quedaba ahí con el pestillo puesto, haciendo las cosas. Una noche, de pronto, el sonido se detuvo, y poquísimo tiempo después empezó a sonar la puerta fuertísimo, como si la golpearan con un culo de fuerza rapidísimo. Grité y me lancé de espaldas a mi cama. Cogí la guitarra, por si acaso, pero nunca lograron abrir la puerta. Esa noche también le había puesto el pestillo.
Pararon antes de la medianoche. No dormí. En la mañana no salí de mi cuarto. No tenía saldo en el celular y me dio demasiado miedo ir a buscar el teléfono. Estuve ahí tirado, con la guitarra cerca. La noche del día siguiente pasó de nuevo. A la mañana siguiente, de nuevo, no salí ni para comer, pero pude dormir un par de horas. A las 4 empecé a sentir el pánico. Grité por la ventana, pero nadie me escuchó, o me ignoraron. Y llegó el golpe en la puerta. Esa noche me desmayé.
Desperté porque tocaban la puerta en la mañana. Grité, pero luego oí la voz de María. Corrí a la puerta y la abrí. Me vio y se asustó un poco. Ese día también llegaron mis amigos de viaje, en la noche chupamos en mi casa. Les pedí que sea en mi cuarto, para ver qué pasaba con los golpes extraños en la puerta. Esa noche no pasaron. La siguiente tampoco. Aún no pasa de nuevo, y ha pasado cuánto, casi un año.
el universo es enter enter enter
30/10/11
501
no shit
24/10/11
una reflexión filosófica
Soy un causita, amigo
EL TEDIO ES EL MENSAJE
18/10/11
11/10/11
una cerveza
5/10/11
la tormenta
algún día
29/9/11
la borracha
La borracha
Cuántas veces
Viste
A la filósofa
Borracha
Cuántas veces
Vas a ver
A estos vagos
Borrachos
Cuántas veces
Weon
25/9/11
una cosa que tengo que decirle a alguien
22/9/11
20/9/11
la muerte
soledad
11/9/11
La vida
7/9/11
hola baby
Dota
Carajo, son las siete. Eso es lo que dijo el primero en dejar la cerveza en la mesa y lo que retumbó en mi cabeza como una alarma. Por quedarme a tomar chelas con mis amigos de la facultad me cayó la noche y faltaba apenas una hora para la fecha de entrega de la monografía acerca de la poesía de Borges que no había impreso. Esperé un momento más. Justo me había servido un vaso y sentía que si lo secaba, o lo tomaba muy rápido, caería en el abismo de la borrachera clínica y ahí de ninguna manera podría entregar el trabajo. Tranquilo, tomando de a pocos, aproveché un silencio para comentarle a mis amigos que tenía que imprimir la evaluación parcial del curso a través del cual nos habíamos conocido.
-¡Mierda!- dijo uno, levantándose rápidamente. -¡Yo también! Sécate ese vaso y vamos al vicio.
Seguí su instrucción. Cerré los ojos, hundí el rostro en las manos y me quedé así hasta que mi amigo me sometió a palmadas violentas que solo me marearon más. Me incorporé lo más rápido que pude (debí demorarme unos cuarenta segundos) y fuimos en un riguroso zigzag hasta la cabina de Internet que quedaba al costado del chupódromo. Tocamos la puerta varias veces. Era difícil que te abran a la primera porque el sonido de los golpes en la puerta metálica era apenas distinguible entre los gritos de los terroristas y los policías, los orcos y los humanos, los centinelas y los no-muertos.
(Cuando hablamos de esa cabina, y las cabinas en general, hablamos de un universo cíclico, una temporalidad viciosa. Los terroristas y los policías aparecen súbitamente dentro de una mansión, unas ruinas o un templo. Consiguen armas mediante una combinación mental de códigos. Cuando todos los de un bando se mueren, reviven y se repite la escena. Los orcos y los humanos aparecen en un campo, en el que hay vastos bosques y minas de oro ya disponibles para la recolección de recursos para crear seres que cumplen diversas funciones. Antes de poder crear a estos seres hay que construir granjas para que puedan estar bien alimentados cuando lleguen al mundo. Los centinelas y los no-muertos están en una guerra que sería perfectamente pareja si no fuera porque intervienen personajes provenientes de una cantina en el bosque. La guerra siempre se repite con la misma estrategia, los mismos soldados, el mismo territorio y el mismo conflicto. Los héroes de la cantina tienen habilidades mágicas que sirven de apoyo para los ejércitos y son los que deciden quién gana.)
Después de unos cinco minutos abrió la puerta el encargado de la cabina. No tenía computadoras libres, pero igual pasamos a esperar una: Era nuestra única opción. Me quedé parado frente a una televisión en la que se cambiaba el destino de la final del último mundial. Ahora Holanda estaba ganando 2-1 en el primer tiempo, y el delantero titular era Van Nistelrooy, como debió ser. Tenía miedo de vomitarle encima a uno de los entrenadores, por lo que me alejé de la zona de los PlayStations y empecé a dar vueltas por el pabellón de las computadoras. Se estaba librando otra gran batalla entre centinelas y no-muertos. Estaban usando la misma estrategia de siempre: Correr en grupos pequeños enviados desde cada base exactamente al mismo tiempo hacia el centro del camino, donde se encontrarían y pelearían parejamente. Los héroes de la cantina ya no estaban participando de ese conflicto, apenas se estaban peleaban entre ellos en un río alejado de las trochas.
-¡MÉTELE ULTI! ¡MÉTELE ULTI!
-¡NO TENGO MANÁ HUEVÓN MÉTELE STON!
-¡MÉTELE ULTI! ¡OE IMBÉCIL POR QUÉ NO LE METES ULTI!
Por más que era el monitor el inocente sometido a la saliva y las ruidosas quejas de los viciosos, el que no tenía maná interpretaba a Lion, y el que no había metido “ston” era Leoric. Ambos estaban ubicados a dos extremos del pabellón de las computadoras. Quizás nunca se habían visto la cara, pero eso no le quitaba mérito a la oportunidad. Era el desfogue perfecto.
Las borracheras quizás no razonen pero manejan sabiduría. Saben que te están cagando el hígado, por eso siempre, al menos una vez, te cae una señal, sea lingüística o motora, de que tiene un lado negro el trago. De alguna forma haces un mal movimiento, una mala articulación; algo pasa y se rompe algo, sea un florero, un corazón, una dignidad. En este caso se rompió una conexión. Se desocupó una computadora, así que me acerqué hacia ella. Estaba lejos de donde yo estaba: Tenía que atravesar toda una fila de computadoras dedicadas a la guerra. Cerca, cerquísima, recordé a Vallejo y no a Borges, a quién debí haber imprimido muchas horas antes y no ahora, porque en la puerta del horno sentí la crepitación de una extensión quemándose y todas las computadoras se apagaron. Los menos comprometidos soltaron un “¿oe qué?”, los más hinchas se quedaron perplejos mirando el monitor negro. Yo no me había movido. El encargado, que me conocía, se acercó a la puerta con la llave en la mano haciéndome una señal de que me vaya. Pude ver un instante de su semblante fúnebre. Escuché las sillas moviéndose y supe que tenía que salir de ahí.
Corrí. Todo el camino a la Marina, donde podría tomar un micro para irme a cualquier otra parte, estuve deseando que cualquiera de los dos bandos, o los centinelas o los no-muertos, apareciera corriendo estúpidamente hacia el peligro como siempre lo hacían y detengan al grupo de veinte héroes de cantina que corrían detrás de mí esperando que se les recupere el maná para meterme “ston” y achicharrarme con un “ulti”.
3/9/11
2/9/11
27/8/11
Ya no te amo
Tanto se repetía que parecía que nunca iba a soñar otra cosa: Corría detrás de la marrón hasta saltarle encima, morderle el cuello y arrojarla al piso, y seguía así hasta que de tanto amor se estrellaba contra una pared y empezaba la vida en el mismo escenario. Se levantó, sacudió la cabeza y se acercó a la comida que había sobrado del día anterior. La hurgó unos minutos y volvió a echarse en su territorio, percatándose que algo había cambiado en el horizonte. Con una pata casi sumergida en el sueño, se incorporó súbitamente cuando sintió a la marrón pasarle por encima, ladrar como una bestia y detenerse frente suyo sin dejarle un intervalo al silencio. La imitó. No lo veían, pero al perro gris, que también ladraba, lo estaba jalando una fuerza conocida aunque incomprensible.
Y así pasó la mañana. Temprano la negra logró conseguir un pedazo de jamón vencido que devoró sin mirar a su compañera. Después de digerirlo echándose unos minutos, se acercó a la marrón y le saltó encima, le mordió el cuello y la arrojó al piso. Siguieron en una rutina similar por varios minutos, hasta que por iniciativa de la marrón, que siempre se cansaba más rápido por ser la más vieja, se echaron a tomar la siesta, guardando la mínima distancia necesaria para asegurar la mejor comodidad. Después vino el almuerzo, en el que las dos consiguieron por su propia cuenta pedazos de carne, aunque la negra consiguió uno masticado. Y después de digerirlo un rato, volvieron a la rutina de todas las mañanas y todas las tardes. En las noches no pasaba nada: ni siquiera conseguían comida escupida.
Y luego el sueño. Otra vez persiguiendo a la marrón, pero sin poder alcanzarla. Después de un trote tan largo que hubiera sido imposible en la vigilia, y que por muchos años había parecido imposible en sueño, la marrón se detuvo, dejó de mover la cola, se volvió a mirar a la negra, se sentó tranquilamente y con elegancia y le dijo: “¿Qué es esto?”. La negra no se exaltó. Maniobró la respuesta con total naturalidad: “No lo sé.” Interrogó de nuevo la marrón: “¿Qué estás haciendo?”. Ante el fatalismo y la totalidad de la respuesta, la negra, mareada, levantó la cabeza como en las mañanas cuando el gris salía a pasear. Olió cuidadosamente para construir el cuarto en la oscuridad, distinguió a la marrón y le empujó la cabeza con la propia. La marrón abrió los ojos pero no se movió. La negra dejó de oler. Se plantó con serenidad, miró el punto donde sabía que estaba su compañera desde el inicio, poco antes que el sueño se volviera la prolongación de todo lo demás, y ladró en palabras la sentencia: “Ya no te amo”.
La perra marrón levantó la cabeza y no la movió mientras que la perra negra daba media vuelta, se acercaba a la puerta e intentaba abrirla parándose en dos patas.
24/8/11
el verso más romántico escrito jamás
23/8/11
teenager adolescente
22/8/11
Un recital con los meros mortales
16/8/11
desagradable
14/8/11
un patita en marcahuasi
8/8/11
coca
7/8/11
largo
6/7/11
no puedo
hipócritas
27/6/11
las amistades
24/6/11
Renzo borracho
13/6/11
31/5/11
Y al final
votación
26/5/11
Una persona influyente
mi único amigo
24/5/11
Una cosa muy triste
Un juego
23/5/11
Elecciones
10/5/11
NAK
2/5/11
Never forget
la paradoja de los psicoactivos
Cadaver exquisito
1/5/11
buena suerte
28/4/11
Dense cuenta
26/4/11
24/4/11
las cosas importantes
22/4/11
honestidad salvaje
18/4/11
otro cuento sin moraleja
Luchar por la paz. Acostarse varias veces al día para predicar acerca de la pureza. Tomar todo tipo de drogas para hablar de la conexión legítima del hombre consigo mismo. Paradojas que no vale la pena comentar y que cuando uno recién ingresa a la universidad no encuentra motivos para evaluar. Sueños que viajan por el desierto en globos aerostáticos, ideas en las que los cachimbos coinciden fácilmente en fiestas de cachimbos y así se conocieron los dos cachimbos en cuestión. Cuando a Luis le preguntaban por qué eligió la Católica, respondía que no sabía qué iba a estudiar. Es decir, en su carné universitario decía Psicología. Carolina oscilaba entre Literatura, Comunicación para el desarrollo, Sociología; le tentaba demasiado la última opción pero es demasiada realidad Nuevo Pachacutec, Villa Retamas, hasta Gamarra. Todo lo que ella necesitaba estaba a menos de diez cuadras (quince si se iba al malecón) en su departamento frente a la vía expresa en Miraflores, a veces con sus amigos a Barranco. Pero para saber este tipo de cosas se necesita estar un rato más en la universidad: Luis y Carolina eran cachimbos y qué vas a estudiar? No sé, estoy viendo, no estoy seguro, etc. Oye fumas hierba? Quién no ha ido a las canchas de fútbol a fumar un bate. Nunca falta algún recién ingresado fumonazo para malograr a todos sus amigos. Obviamente que es la moda y obviamente que Luis fumó y le gustó y siente que su perspectiva es total, que es diferente, obviamente que Carolina linda como es no ha probado las drogas pero como quiere estudiar Sociología sabe (cree) que tiene que probar de todo un poco entonces le dice que ya y se juntan en la clásica mancha de 15 personas porque nadie puede perderse una fumada y ya están todos riéndose y haciéndose los idiotas y oye no siento nada. No te preocupes Carolina que las primeras veces no pasa nada, cancheraso. Si quieres hay que juntarnos el próximo fin de semana y fumamos de nuevo. Entonces Luis le pide a su amigo el malogrado previamente mencionado que le arme un wiro (en la etapa preliminar solo los más prácticos saben hacerlo y Luis no es un chico práctico) y ya con el wiro armado y bien escondido metido entre la ropa en el cajón de más al fondo para que mi viejita no me vea espera hasta el viernes y se van a fumar al parque, en este parque no porque hay una señora al otro lado paseando su perro entonces al fin encuentran un parque vacío y caletaza hay que fumarlo al toque y nos vamos por ahí. Y entonces Carolina loquea pero gracias a dios que no le da la pálida, y entonces empiezan a escuchar Animal Collective PJ Harvey Flaming Lips y ala mierda estoy estonasa.
Y como era de esperarse a los 4 meses ya son sexualmente activos el uno con el otro y un día en una reunión después de fumar en pipa se meten a un cuarto y Luis no tiene condón. Todo bien no importa no pasa nada igual es más rico pero dos meses después Carolina se aparece llorando y no le viene la regla. Y qué hacemos pregunta Luis con la cabeza a punto de partirse en dos. Y Carolina no puedo tenerlo pero no puedo abortar, la gente se muere abortando, es ilegal, no puedo, no puedo, mi papá no puede saber. Luis lo piensa bien, lo medita y se acuerda de tanta novela que ve en las que la mujer embarazada se cae por las escaleras o el carro choca y pierde al bebé. Podríamos perder al bebé dice Luis con el esbozo de una sonrisa. Carolina perpleja. Luis saca un bate de béisbol. (Así de perdido está este chico en el Perú). Con un par de golpes a lo mejor lo logramos, te va a doler un poco pero valdrá la pena. Carolina perpleja. Lo hacemos? Carolina perpleja. Me vas a tener que amarrar a la cama, porque sino no me voy a dejar. Entonces Carolina amarrada en la cama y es el vacío de los ideales ahora lo que entra en el juego. El hombre primitivo que no concreta sus ideas. Sale a cazar y regresa y le pega con el mazo a la mujer. No hay respuesta para mi futuro, las drogas no me dicen qué tengo que hacer, no puedo concretar nada. Tú no me estás dando las respuestas que necesito. ¿Por qué no me das las respuestas que necesito! La sangre que tiñe el colchón, el pus que sale de la boca. Carolina grita pero Luis está gritando más fuerte, pegando cada vez más fuerte, en la caverna el hombre no se da cuenta y no sé, no estoy seguro, estoy viendo.
14/4/11
Poeta
10/4/11
10 de abril
Luciana llegó a mi casa y a los cinco minutos ya estábamos tirando. Luego nos pusimos a escuchar música ambiental y ella se puso a bailar calata mientras que yo armaba un wiro. Lo fumamos, jugamos con el perro, escuchamos Sonic Youth y vimos el flash electoral. Me dio la pálida.