28/2/12
el poseso
23/2/12
El silencio
La última vez que lo vi fue en la puerta de un bar. Adentro iba a tocar mi banda, yo había salido a fumar un cigarro mientras que esperaba que termine el grupo anterior al mío. Lo vi bajar por la avenida Grau, en Barranco, caminando en zig-zag y agarrándose varias veces el pelo. Antes de verle la cara ya sabía que era él. Habla, pues, le dije, y él me dijo las mismas palabras pero sin tener que fingir la emoción. Años atrás, a Dante Salazar lo quise bastante. Tocábamos juntos. Pero, como pasa con casi toda la gente, nos fuimos alejando. Y dejamos de juntarnos. Yo sabía que para él no hubiera importado no verme de nuevo. Yo pensaba en él a veces, lo extrañaba, pero nunca tenía ganas de llamarlo. Y cuando nos veíamos, como ahora, en la puerta del Keko cerca a la medianoche, las palabras no salían. Así que él se puso a hablar acerca de que hacía una semana que no dormía. Había llegado de Colombia drogado y no había estado lúcido hasta ese momento en Lima. Iba una semana. Pero ahorita se me ha bajado un poco, ¿tienes hierba? No, mentí. Le pregunté si quería que lo haga pasar gratis al concierto. Se asomó a la puerta, miró quiénes estaban adentro y me dio una palmada en el hombro.
Mientras tocábamos vi que se le presentaba a mi enamorada, Laura Lanegra, y le invitaba una cerveza. Eso fue hace tres meses. Ahora ha pasado que Laura se fue hace una semana a su casa, a coordinar unas cosas acerca de una muestra de pintura que iban a hacer en conjunto, y no ha vuelto a la nuestra todavía. Llamé a sus padres, les pregunté si sabían algo de ella, y me dijeron que no, nada, desde hacía casi dos meses. Llamé a mis amigos en común con Dante y me dijeron que era imposible ubicarlo. En su casa hace un mes que no vivía nadie. A veces aparecía en las casas de la gente, se quedaba un rato y luego se iba, no sin antes fumarse un troncho. Decían que se le había oído decir que hace tres meses no dormía. Estaba participando en proyectos, en demasiados proyectos: revistas de filosofía, recitales de poesía, muestras de pintura, conciertos de jazz. También se aparecía donde fuera que sus amigos hicieran drogas pesadas en grupo. Hasta hace un tiempo vendía ácidos y marihuana.
Al comienzo me preocupé. Luego me enfadé. Y luego, después de la primera borrachera post-separación, con las otras dos personas con las que compartíamos la casa Laura y yo, supe reírme del asunto. Yo vivía con un antropólogo, llamado Ricardo Sánchez, y el poeta Ramón Fernández. Mis dos amigos en la vida. Saben qué, les dije un día, a pesar de todo, quiero ver a Laura una vez más. Ricardo movió la cabeza como asintiendo sin estar de acuerdo. Ramón empezó: “puta…”, pero se quedó ahí. Yo también estuve en silencio un rato. Es una cobarde, dije. Me merezco una explicación. Pero me arrepentí de decir eso, y, sin necesidad de ser muy creativo, me absolví diciendo que quería que me devuelva cien soles que me debía. Eso tampoco suena bien, dijo Ricardo, quedabas como un cabro exigiendo una explicación, ahora pides dinero. Yo también me reí.
Por esas épocas empecé a juntarme bastante con unos amigos de Ramón. Algunos eran literatos, como él y yo. Era un grupo compuesto por filósofos, cinéfilos y vagos. Era un grupo complejo. Todos eran unos fumones sin remedio. Una noche nos juntamos a fumar tronchos y tomar ron en la casa de un poeta. En un momento una filósofa, alta y pelirroja, me hizo un aparte y me empezó a hablar acerca de cómo yo rompía demasiado los silencios. No estás viviendo tu vida, todo el tiempo te detienes a comentarla. Comentas todas tus experiencias. Si ves algo que te gusta, si escuchas un buen solo de bajo, si se te ocurre una buena idea, siempre, de alguna manera, comunicas lo que sientes, y encima sobre el arte, el amor, sobre la risa, sobre el sexo; temas que desafían el lenguaje. Es demasiado difícil para ti soportar una experiencia intensa, aún así sea el silencio, si estás en soledad. Si no estás agarrado de la mano, o, digamos, si no estás agarrado de, o si no estás agarrado a través de la palabra con alguien no puedes soportar al mundo. Yo le pregunté dónde quedaba el baño, y le aclaré, porque uno nunca sabe, que quería ir solo.
En medio de conversaciones como esa conocí a Lidia Silva. Le gustaba mucho el cine. No tenía trabajo. Vivía con su hermano. Tenía esa belleza especial que tienen algunas mujeres: no muchos hombres voltearían para mirarla en la calle, pero varios se quedarían sorprendidos. Era la persona más lúcida de todo el grupo, pero de una pureza alucinatoria. Estaba loca, pero cuerda. Era rara, pero honesta. Es una chica difícil de poner en un papel. Un día que se juntó el grupo a fumar tronchos y tomar ron en un parque (menudo plan para gente de nuestra edad) ella me comentó que había visto a Laura y a Dante. Supe que estabas con Laura, dijo. Le pregunté si conocía a Dante. Lo conozco, toca en el grupo de unos amigos. ¿Tú lo conoces? Mañana va a tocar su grupo. Pienso ir, podemos ir si quieres. Por mí perfecto, le dije. Pero nos tomamos un ron antes, dijo ella, y sonrío.
Fue bastante bien la cita con Lidia, en especial después de habernos tomado la botella de ron. Hablamos de jazz, traté de hablarle de películas, hablamos del silencio, le hablé de Rayuela. A ella le gustaba Rayuela. Coincidimos en que todas las relaciones del mundo deberían ser como Horacio Oliveira dice que era su relación con la Maga en los primeros capítulos. Aunque eso, admití, justificaría que pasen cosas como que la chica con la que vives se le ocurra fugarse un buen día con un pastrulo que no duerme y no tiene casa. Creo, pero estaba medio borracho, que ella me dijo así: “No te preocupes tanto, Horacio”. Y después hubo un cómodo silencio. Lo que hacen las mujeres.
En el concierto estaban Ramón, con sus amigos los pastrulos, y Ricardo, con sus amigos los otros pastrulos. Cuando me le acerqué a la filósofa pelirroja, para saludarla, la primera vez que le dije hola me ignoró y la segunda me miró con mucho odio. ¿No ves que están tocando los músicos?, me preguntó sin dejar de mirarme, y dijo que no le dejaba prestar atención. Hasta ese entonces no había mirado al escenario: estaba nervioso, esperaba que no pase, no quería mirar a Dante. Pero por la vergüenza miré y me di cuenta que él no estaba ahí. Me acerqué a donde Lidia, que conversaba con Ramón, y le pregunté por Dante. Hizo un gesto que no entendí. Después del concierto le volví a preguntar y me dijo que la siga, que nos tomáramos unas chelas con los otros miembros del grupo.
En la mesa los músicos hablaban acerca de las partes en las que se habían equivocado. Yo entendía lo que hablaban, sé un poco de música, así que pude reírme sin tener que pretender. En un momento le pregunté al tecladista, al que yo también conocía, si es que sabía algo de Dante. Puta nos cagó, men, me dijo. Me explicó que Dante se había ido con una chica con la que estaba saliendo a Argentina. ¿Hasta cuándo? le pregunté. Hasta cuándo será, dijo el tecladista y se terminó su vaso de cerveza. Por lo que sé, han alquilado un piso, y si Dante alquila un piso, pero dejé de escuchar porque yo sabía cómo seguía esa historia. Me paré y me fui al baño a vomitar. Y luego me fui caminando a mi casa. A la mitad del camino repasé toda la noche. Al llegar a mi casa me quedé dormido leyendo Rayuela.
20/2/12
La verdad
Víctor Dreyfus sabía que era inteligente. Sabía cuándo la gente mentía y cuándo le decían la verdad, “pero el amor. El amor es como el genio maligno. Es como la literatura. Abandoné la narrativa porque es demasiado larga. A uno le pasan diez hojas en Word o un enlace a un blog con textos más largos que un párrafo y se vuelve imposible. Nadie quiere gastar tanto tiempo en un desconocido. Con la poesía es más fácil: un par de versos con palabras caletas, otros dos con imágenes sexuales y un par más en los que hagas sentir que posees la Verdad. Pero aún así: la gente ya no es honesta. Mi poesía es una mierda. La narrativa es un poco mejor. Pero la poesía es una mierda. Nunca voy a llegar a ninguna parte escribiendo así. Pero la gente ya no es honesta y me dice que está bien, me hablan de la mímesis y la poiesis y que les hace sentir muchas cosas. Algunas personas me han dicho que han llorado con mis versos. La gente ya no es honesta. Les pasas un pedazo de narrativa, y puede ser Cortázar, o puede ser Dostoievski, o puede ser quién sea, o puedes ser tú, y siempre van a decir ‘ya, ahorita lo leo’. Pero nunca va a pasar. La literatura se está muriendo de a poquitos. Pobre yo.
Bueno: el amor. Uno oye todas esas cosas: te hablan que el amor de su vida y que están enamoradas, y uno se las cree. Claro que uno lo cuestiona, pero el amor. Solo se sonríe estúpidamente, uno se va a dormir tranquilo, se la corre expectante, con entusiasmo, pero en alguna otra casa, en cualquier casa, en cualquier parte, en cualquier baño, en cualquier hotel, ya le están chupando la pinga a alguien más. ¿Cómo ocurrió exactamente? Es difícil señalar una causa. De lo que podemos estar seguros es que hay un cambio en la conducta, de pronto pierdes la timidez, regresas a los viejos hábitos de siempre. Primero la convences para escuchar un disco de un grupo que te gusta, luego la convences para jugar ajedrez, y luego la convences para jugar Winning, y luego ¿qué? He visto a mis amigos salir con sus enamoradas a jugar fútbol al parque. A jugar fútbol. [...] Uno ya está tranquilo, ya no hay necesidad de impresionar a nadie. Y entonces se ponen las palabras en modo automático: tú también empiezas con que el amor de tu vida y que estás enamorado, y ellas te sonríen. Ahí está el problema: Ya no hay necesidad de impresionar a nadie. Ya no tienes que ser un gran tipo. Puedes volver a ser el imbécil de siempre, ya no te dan ganas de salir tanto a la calle, de leer tanta poesía, de hacer cosas que no sean fumarse un troncho y quedarse chorreando en tu casa o en la de Pablo. Y ahí sucede: ya no cachas tan bien como antes. Ya no metes el dedo tan bien como antes. Ya no haces nada tan bien como antes. Las mujeres van a soportar un mal rato, pero no van a soportar a un hombre que no las haga locas. Dime lo que quieras: es la verdad.
El crimen fue penoso. Pobre Silvia estuvo cuatro horas agonizando en un depósito en el primer piso de la casa. La acuchillé tres veces y me arrepentí, así que me fui. No llamé a la ambulancia porque no quería ir preso. Volví al rato, por mis ahorros, y la encontré viva. Me vio y trató de escupir, escupió pura sangre. Y ahora estoy aquí. Solo puedo decirte una cosa: se lo merecía. Se lo merecía”.
19/2/12
virilidad
ayayay
18/2/12
[he navegado por un pasado negro]
16/2/12
[me has chupado la belleza]
[políticamente activo escribiendo cosas]
12/2/12
las olas
se prohibe estar triste
9/2/12
[he visto]
un hombre desnudo
cuerpo desagradable
muy blanco
cobarde
prisionero
que lee a luis hernández
y escribe sobre sí mismo en su libreta
cobarde
flojo
mediocre
fue incómodo verte desde afuera
y sentirte
quisiera un día
poder sentarme a escribir un poema
al aire libre
mirando las plantas
estaba en el parque
y
prendí un cigarro
y un policía
no nos pagan la canción
hasta el amanecer sin almorzar
haciéndola modular dos veces
no son ganas de llorar
más bien de matar al tipo
y cualquier cosa
el hambre hueco
el billete falso
una almorrana sangrando
no puedo escribir de cosas agradables
no puedo asimilarlas
es un camino oscuro
y la luz apagada
como entrar en la selva
y no saber si es una araña
o una cucaracha
lo que te camina la espalda
salir del averno en la madrugada
y las miradas
yo no vi por dónde me llevó el taxi
no sé dónde vomité
arrastro
(o soy arrastrado por)
el miedo
no lo conozco
[hay noches]
en las que estoy solo
calato
en mi cama
y ella está afuera
y recuerdo
hhhhhhhhh
yo recuerdo
no soy tan pesimista
es que siempre escribo aquí en mi cama
y las ventanas están abarrotadas
de barrotes (Que valga)
la luz está afuera
a la luz
ella está afuera
y también el mar
la poesía
la esquina
el horror
pero mi ventana está abarrotada de barrotes
8/2/12
un drama doméstico
que dejes de sangrar
que se vaya tu hermano de la casa
7/2/12
9997
un oasis de troncho
en desiertos de amor
un oasis de distancia
en desiertos de imbécil
un oasis de violencia
en desiertos de letras
un oasis de dibujito
6/2/12
6 maneras de decir (esencialmente) lo mismo
2. ¿acaso no te das cuenta? ¡No me perdones! Te necesito pero TE ODIO
3. te necesito pero te odio
4. ¿en qué momento rompimos el silencio?
5. (((solo hice lo que quise)))
una cosa imposible
a veces pasa
no me preguntes por qué
(pero tú no Raquel)
4/2/12
[esa manera especial]
de salir a la calle
y dejarse tocar
mirar
violar
matar
un rato de horror
un soplido de borracho sin casa
una sumergida en el fango
para poder decir
cada dos meses
NO ME VOY A CORTAR EL PELO
[en este momento soy grande]
como una ballena barbuda
buena gente
y digo la verdad
como los colores de una noche en el campo
no te miro a los ojos
pero por una vez pregunto
no es control
estoy a tu nivel
ella dijo
hay cosas que tienes que dejar de preguntarme
cuánto he crecido
soy un soldado ruso en la madrugada
con el arma apuntándome
tirado en nuestra cama